lupa

FADFADSFASDFASDFASDFADSFSADF

martes, 13 de mayo de 2008


Se llamaba Patricia y siempre tenía dinero ajeno en los bolsillos. Cuando me falta algo, consigo un enamorado que me lo compre. ¿Quieres salir conmigo?, saca plata pues. Prometí, más de una vez, ahorrar cada centavo, cada peseta, cada moneda de 10 céntimos para salir con ella, pero mis ganas de comprar todos los libros del planeta, me derrotaron.

¿Si salió conmigo? Sí, salió dos veces. La primera duró pasó el rato reprochándome que fuera un hijito de papá, como decía ella. Después de insultarme a su gusto y arrastrar mi ego por el suelo enfangado de Trujillo, me besó en los labios, así como quien no quiere la cosa, y me pidió que la ayude con su tarea de computación. Ya pues, tú sabes bastante de ello. Acepté.

Si bien es cierto que el amor te vuelve estúpido, los problemas aparecen cuando ya eres estúpido y encima te enamoras. Patricia (le decían “Putricia” de cariño) llegaba a mi casa, prendía la PC, almorzaba sin invitación, tocaba mi guitarra, me gritaba y se iba. ¿Por qué no le decía nada?, por que no podía ni hablar cuando estaba cerca.

Si habría Olimpiadas de la manipulación ella se llevaba el oro, suavecito, sin arrugar su uniforme. Sería normal, verla ahí, paradita en el podio con cinco mil medallas, el estadio rindiéndose ante su cabellera rubia (pintada pero bien cuidada), y ella ahí, linda tratando de planear una estratégia para sacarle plata a su entrenador, yo. La segunda vez (que salí con ella), fue la única vez que la vi llorar.

Quizá fue la emoción de aprobar el examen de computación, y puta, Lucho, me has prestado tu máquina y hay que celebrar. Celebramos, con bastante vodka y jugo de naranja en mi casa, pero no lloraba por éso. Lloraba por que, según ella, estaba abriendo su corazón.

Hablamos por primera vez. Contó de sus planes de fuga, de sus sueños cantar en una banda, de cómo se sentía sola, de su falta de billete. No llores, alcancé a decir. Me abrazó y terminamos con los corazones enredados y como dice la canción desnudos al amanecer nos sorprendió la luna

Las lágrimas son fáciles de fingir. Mis palabras nunca significaron nada para ella, ni para nadie. Quisiera no decir que nunca la volví a ver, y definitivamente no vale contar que cuando desperté, quise morir. No podía encontrar mi billetera, ni mi arito de plata de la suerte, ni mis lágrimas, ni mi vida. Se llamaba Patricia, y la odio
.

Se llamaba Patricia y siempre tenía dinero ajeno en los bolsillos. Cuando me falta algo, consigo un enamorado que me lo compre. ¿Quieres salir conmigo?, saca plata pues. Prometí, más de una vez, ahorrar cada centavo, cada peseta, cada moneda de 10 céntimos para salir con ella, pero mis ganas de comprar todos los libros del planeta, me derrotaron.

¿Si salió conmigo? Sí, salió dos veces. La primera duró pasó el rato reprochándome que fuera un hijito de papá, como decía ella. Después de insultarme a su gusto y arrastrar mi ego por el suelo enfangado de Trujillo, me besó en los labios, así como quien no quiere la cosa, y me pidió que la ayude con su tarea de computación. Ya pues, tú sabes bastante de ello. Acepté.

Si bien es cierto que el amor te vuelve estúpido, los problemas aparecen cuando ya eres estúpido y encima te enamoras. Patricia (le decían “Putricia” de cariño) llegaba a mi casa, prendía la PC, almorzaba sin invitación, tocaba mi guitarra, me gritaba y se iba. ¿Por qué no le decía nada?, por que no podía ni hablar cuando estaba cerca.

Si habría Olimpiadas de la manipulación ella se llevaba el oro, suavecito, sin arrugar su uniforme. Sería normal, verla ahí, paradita en el podio con cinco mil medallas, el estadio rindiéndose ante su cabellera rubia (pintada pero bien cuidada), y ella ahí, linda tratando de planear una estratégia para sacarle plata a su entrenador, yo. La segunda vez (que salí con ella), fue la única vez que la vi llorar.

Quizá fue la emoción de aprobar el examen de computación, y puta, Lucho, me has prestado tu máquina y hay que celebrar. Celebramos, con bastante vodka y jugo de naranja en mi casa, pero no lloraba por éso. Lloraba por que, según ella, estaba abriendo su corazón.

Hablamos por primera vez. Contó de sus planes de fuga, de sus sueños cantar en una banda, de cómo se sentía sola, de su falta de billete. No llores, alcancé a decir. Me abrazó y terminamos con los corazones enredados y como dice la canción desnudos al amanecer nos sorprendió la luna

Las lágrimas son fáciles de fingir. Mis palabras nunca significaron nada para ella, ni para nadie. Quisiera no decir que nunca la volví a ver, y definitivamente no vale contar que cuando desperté, quise morir. No podía encontrar mi billetera, ni mi arito de plata de la suerte, ni mis lágrimas, ni mi vida. Se llamaba Patricia, y la odio

6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Que mal Patricia...
Está más que comprobado que el amor nos vuelve idiotas y no respeta género ni religión. Lástima que eso pase cuando tenemos en frente a un idiota que no se respeta ni a si mismo.

Muy lindo tu blog Luis
Saludos

8 de julio de 2008 a las 22:20  
Blogger Cristina G. ha dicho...

que desgracia! mujeres asi dejan mal paradas a otras mujeres :(
suerte con el blog! ya te leiii.. y gracias x darte una vueltita x el mio.. :)

13 de agosto de 2008 a las 19:33  
Blogger laespantada ha dicho...

uhhhhhhhhhh mujeres del mal y hombres del mal...pero existen...gracias por pasar x mi blog.
laespantada

24 de septiembre de 2008 a las 12:44  
Blogger Paola Florio ha dicho...

Opino igual, por culpa de estas mujeres se cambian todas las visiones!

Un beso grande!!

8 de octubre de 2008 a las 6:46  
Blogger Sky ha dicho...

La parte q + me gusta es la de tu ambision x cmprar todos los libros del mundo... En eso estoy yo tambien jajajaj y desbanca ese asunto a cualquier pretendiente =)

Salu2!

27 de octubre de 2008 a las 9:01  
Blogger Sky ha dicho...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

27 de octubre de 2008 a las 9:01  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio